1948-2022

POETA EN EL EDÉN.

No, Señor,

nunca huiré del Paraíso, tengo en mí

la leche eterna de los padres y los hijos,

y escribo poemas para la nostalgia.

No, Señor,

nunca seguiré el rumbo imprudente

de los cuatro ríos, el que impele a los nautas

hacia el mar de monstruosas criaturas.

Habían podado las ramas de oro

que brillaban en el árbol de la vida.

Y ahora me llaman como almas.

No, Señor,

nunca comeré del árbol prohibido.

Apreté tantas veces en mi mano

las frutas suculentas. Aspiro

los perfumes seductores,

—Et d´autres, corrompus, riches et triomphants—

Nada sabes de mis íntimos

paraísos artificiales, y te ofrezco las costillas

húmedas y turgentes

para que sigas modelando al mundo

mientras duermo.

Soy un niño inmenso

escribiendo dócilmente en el barro del Edén.

Tengo un muñeco de porcelana blanca.

Balbucea.

PARÉNTESIS.

Cuando nací el sexo fue un destino. No se puede elegir ser poeta.

De las mujeres nunca amé a ninguna sin duda porque las amé en bloque. Fue un amor largo y sin alegría. Ellas también me amaron sin deseo y sin gozo.

Las miré con la nostalgia de una vida más bella. Cuando quise ser mejor quise ser mujer.

Después me olvidé. Devoré la costilla de Adán en la travesía del desierto. Fui hombre, poeta, amé a otros hombres. Tuve hambre.

Llegué a la playa de este mar eterno, al sur del Brasil. Mi olor es de sal virgen y de yodo azul. Sé que una mujer devolverá al mar el pez con una moneda en la boca.

Ella escribe mi poema. Yo aguardo.

YO SÉ QUE MERODEA.

Merodea, yo sé que merodea, que viene desde antes de la infancia y brilla en la luz fría de un ocaso.

Merodea, sus pasos no se oyen, nace y muere en la noche de Saturno, trae en su insomnio luna y terciopelo. Yo presiento sus pasos sigilosos, son huellas en la arena de una playa sin arena ni límites ni huellas.

Merodea también en la esperanza incierta como el día de la fuga del prisionero de una celda aciaga. Y merodea en las palabras ávidas, las que arden certeras en la herida y entran recto como una hipotenusa.

A cada nacimiento merodea, vela tu sueño junto a las cenizas de tu madre dispersas en el tiempo.

Y si llega el olvido de ala azul y pasan días mansos como bueyes sin otro gozo que acercarse al fin, merodea, verás que merodea sin peso y gravedad, como el destino ya cumplido a la hora señalada.